
Tomé conciencia de mi pobreza de recursos. Nada. Yo no le ofrecía nada. Sólo la pureza de mis sentimientos. Y eso era algo que él no podría jamás conocer.
Al principio, su ausencia me sumió en un estado de ánimo intolerable, pero con el correr de los días fui aprendiendo a sobrellevar mi tristeza. Casi diría que fui perfeccionando esa tristeza, llegando a amarla como a una entrañable compañera... ¿Cómo no amar ese sentimiento si era todo lo que él me había dejado?